En Argentina existen diversas actividades económicas con gran potencial, pero insuficientemente aprovechadas. Una de estas es, sin dudas, la acuicultura. De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) la acuicultura, referida al cultivo de organismos acuáticos, representa el sector de producción de alimentos de más rápido crecimiento a nivel mundial y el 50 % del pescado destinado a la alimentación.
En nuestro país, este sector ha experimentado un fuerte crecimiento en los últimos años, aunque continúa siendo un jugador pequeño, con actividades mayormente artesanales y una producción que no supera las 4.000 toneladas. En comparación, Chile produce 1,5 millones de toneladas y Brasil 630.000 toneladas, con Chile exportando productos acuícolas por alrededor de 6.000 millones de dólares en 2022.
La misma FAO indica que la Argentina tiene el mayor potencial del mundo para el crecimiento acuícola gracias a su extensa costa. Casi todas las provincias pueden desarrollar producción acuícola. Dos proyectos de truchas salmonadas en Neuquén y Río Negro, Idris Patagonia y Newsan/Salmon Trout, se destacan con producciones más intensivas y fuertes inversiones, con una prometedora proyección exportadora.
Se puede decir que ya comenzamos a sentar las bases para el crecimiento de la acuicultura con la sanción de una ley de promoción en 2015 y la creación de la Dirección Nacional de Acuicultura en 2020. Sin embargo, aún queda mucho por hacer. El experto Eduardo Catania, con más de cuarenta años de experiencia, es uno de los que defienden su potencial.

Acuicultura, una actividad eficiente y rentable
Catania vive en San Vicente, al sur de la Región Metropolitana de Buenos Aires. Allí tiene una escuela de acuicultura, pionera en el país, donde se puede obtener un diplomado anual de Acuicultura Controlada para la Producción de Organismos Acuáticos con Acuaponia. Para él, la acuicultura es una actividad sustentable y rentable por varias razones.
En principio, el sistema que desarrolló y utiliza hace décadas realiza cultivos ecológicos con un estricto control de la calidad del agua, evitando la contaminación ambiental. Este sistema único en el mundo no produce efluentes. Alimentan a los peces con un balanceado propio y los desechos se transforman en energía eléctrica o calórica y nutrientes para plantas a través de biodigestores en piletas aeróbicas y anaeróbicas. El biofertilizante que genera nutre cultivos hidropónicos, cerrando el ciclo de manera eficiente y sostenible, minimizando la contaminación y maximizando el uso de recursos.
Catania resaltó que la acuicultura puede ser altamente rentable debido a la creciente demanda de productos acuícolas en el mercado global. Con una gestión adecuada, esta actividad proporciona ingresos estables y oportunidades de empleo.

“A mí me va bien aún en un momento de crisis. Me fue bien con lo de De la Rúa, me fue bien cuando fue lo de Alfonsín. El pescado la gente lo come igual que las verduras. Por ahí come menos, pero no puede dejar de comerlo. Además, yo evito, por decirlo así, gastos que otros tienen obligación de tener. Por ejemplo, la producción de pollo necesita energía eléctrica. Si yo produzco mi energía eléctrica ya no tengo ese gasto enorme”, comentó.
“En un metro cuadrado podemos producir una tonelada de pescado por año y esto gracias a que trabajamos con una columna de agua de dos metros de altura. Es difícil que una producción como la del pollo pueda producir la misma cantidad de carne en ese espacio”.
Eduardo Catania
Los productos de Catania son comercializados en el mercado interno. La tilapia, que en el resto del mundo se vende por dos o tres dólares debido a la escasez de producción, ha logrado venderla por 6 ó 7 dólares con buena aceptación. Recibe consultas de todo el mundo y, adonde va, da cátedra sobre la actividad que más conoce y le apasiona.
“La acuicultura es una actividad que cualquiera puede realizar y como país tenemos todas las condiciones para hacerlo. Lo que pasa es que no hay conocimiento”, reflexionó y comentó que el sistema cerrado que utiliza puede ser utilizado en prácticamente cualquier rincón el país, como sucede en La Pampa.
“Hay un campo que se llama La Andría a 7 kilómetros por la ruta principal que llega a Santa Rosa. Es propiedad del marqués Don Alvaro Roca de Togores de España y el primer cultivo de tilapia, truchas, langosta, bivalvo marinos. Ahí fui llamado para cultivar mejillones, ostras, almejas. En La Pampa, con agua marina. Así que claro que se puede hacer en La Pampa”, concluyó.



