El desarrollo sostenible exige repensar los modelos de producción actuales, especialmente en sectores claves como la ganadería y la agricultura. En este sentido, medir la huella de carbono se vuelve una herramienta imprescindible para evaluar y reducir el impacto ambiental, en línea con un modelo agropecuario más responsable, competitivo y alineado con los compromisos globales frente al cambio climático.
La Agrícola conversó con dos especialistas en la materia para indagar sobre el grado de sostenibilidad de la ganadería y la agricultura en La Pampa y conocer cómo se mide el impacto ambiental en la producción agropecuaria de la provincia.
“La actividad ganadera ha sido foco de cuestionamientos por su protagonismo en las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) ya que emite metano (CH4), producto de la digestión entérica de los rumiantes, y óxido nitroso (N2O), proveniente de las heces bovinas. Los reportes mundiales de GEI imputan a esta actividad el 37 % y 65 % del CH4 y N2O antropogénico mundial, respectivamente. En Argentina, la producción ganadera y sus forrajes representan el 34 % de las emisiones nacionales”, apuntó Anabella Lozza, docente de la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional de La Pampa.
El Caldenal y el oeste pampeano tienen una historia de ocupación y poblamiento acompañada de la ganadería bovina, ovina y caprina de importancia patrimonial e identitaria. Esto explica que la cadena de la carne tenga presencia en toda la geografía con un gran impacto en el Producto Bruto Geográfico del sector agropecuario y que contribuya, en la misma medida, significativamente en el aporte de GEI a escala provincial.
¿Cómo se aborda esta controversia?
“Es necesario entender el ciclo del carbono. La ganadería tiene un gran potencial para secuestrar carbono mediante la fotosíntesis del remanente del forraje que consume y bajo el suelo. Cabe preguntarse, entonces, si las emisiones del rodeo ganadero son mayores o menores que la tasa de fijación de carbono del ecosistema, cómo es el efecto de la ganadería sobre la biodiversidad, sobre los servicios ecosistémicos y sobre el bienestar humano en general”, reflexionó Lozza, quien considera que es fundamental que la ganadería no se contemple aisladamente. “Los sistemas de ganadería bovina de La Pampa son sostenibles”, aseguró.
“Dadas las condiciones agroecológicas de nuestra provincia, los sistemas ganaderos pastoriles son, en su mayoría, silvopastoriles (es decir: que integran árboles, pasto y ganado en la misma superficie) y se desarrollan en paisajes y ecosistemas que no pueden utilizarse para la producción de otro tipo de alimentos, por lo cual estos constituyen una fuente única, y muy valiosa, de producción de alimentos ricos en proteínas”, detalló la especialista y mencionó beneficios ambientales tales como el aumento del carbono orgánico del suelo, la mejora del ciclado de nutrientes y la capacidad de retención del agua.
“Recientes estudios determinaron que el balance de carbono de los sistemas pastoriles de ganadería bovina para carne de la provincia de La Pampa es positivo, fijando más del 80 % del carbono producido por la biomasa de las plantas forrajeras, sin siquiera contemplar el secuestro de carbono por el estrato leñoso de estos ecosistemas”, garantizó.
En síntesis, si se aplican prácticas sostenibles, la ganadería es un aliado en la lucha contra el cambio climático y la desertificación, así como en la preservación de la biodiversidad. Los rumiantes en pastoreo juegan un papel fundamental en la conservación, el ciclo de los nutrientes, la salud del suelo, los ecosistemas, así como también en la soberanía alimentaria y la identidad cultural de las sociedades que llevan adelante su producción.
El caso: medición de la huella de carbono en agricultura
“Es algo que se está empezando a hacer en La Pampa”, opinó Carlos Ferrero, gerente de Tecnología y Sustentabilidad del Grupo Quemú (GQ), que vende insumos para el agro y acopia cereales, además de producir granos y carne en campos propios y proveer servicios digitales aplicados al agro.
“Empezamos en un campo de la empresa en el oeste de la provincia de Buenos Aires que ya tiene cuatro años de medición de huella de carbono, probando la plataforma Puma. Y hace dos años se incorporó el área de producción de cereales”, relató Ferrero y aclaró que “no hay mucha demanda desde el productor. Solo aquellos pioneros en temas relacionados con la sostenibilidad comenzaron a interesarse y solicitaron el servicio de medición qué brindamos”.
Según relató, algunos compradores de grano pagan un plus por tener la huella medida, dado que la tonelada de grano se comercializa con un certificado en ese caso, pero apuntó que no es un sobreprecio significativo. A raíz de la medición de su huella, GQ pudo reducirla.
“El proceso es simple. Hay que cargar los datos: la ubicación del campo, la aplicación de insumos y en qué dosis se aplican, la fecha de la labor y el rendimiento del cultivo. Y la plataforma te da el cálculo: la huella de carbono indirecta, que es la que ya traen los insumos que vos aplicás en el lote, y la directa, que son las emisiones que producen esos insumos”, precisó Ferrero.
El gerente contó que, al momento de comenzar a medir, descubrieron que no había datos de referencia en la zona. La empresa pudo, al hacerlo, comparar distintos manejos de los cultivos y saber cuál es el que menos emisiones genera y también informar al comprador con precisión acerca del impacto de cada producto.
“Empezás a ver datos a nivel internacional y la huella de carbono que tiene la producción argentina de distintos cultivos es muy baja”, manifestó. “La mayor fuente de emisión son los fertilizantes nitrogenados. Nuestro maíz, al no usarlos, tiene la mínima emisión. Hay productos, por ejemplo, Nitrodoble, que tiene baja huella de carbono porque es producido con energía verde y además no se volatiliza”, ejemplificó Ferrero y mencionó otras maneras de reducirla, como la siembra variable.
En paralelo, el área comercial de GQ compensa la huella de carbono de los viajes de las camionetas, el consumo de energía de carbón en las sucursales, de papel y calefacción, entre otras actividades. Lo hace comprando bonos de carbono a la empresa argentina Carbon Neutral.
“Cuando empezó el tema de huella de carbono, la actividad agropecuaria era prácticamente responsable del 50 % de las emisiones de GEI. Y hoy en día, está en el 15 o 20 % de emisiones a nivel internacional. Está bueno tener datos”.
Ferrero considera que, a raíz del Acuerdo 2030 por el que la mayoría de los países se comprometieron a reducir los GEI, puede comenzar a haber cierta presión desde Europa para producir con una baja huella de carbono. O que algunos bancos den créditos a tasa diferencial a quienes produzcan con bajas emisiones. Es por eso que él recomienda a los productores pampeanos “que empiecen a amigarse con las plataformas” para que “no nos agarre de sorpresa en el momento que sea una exigencia”.