Por un lado, la sequía del año pasado complica el panorama actual: sólo quedan 1,9 millones de toneladas para vender hasta marzo o abril de 2024. Es un 60 % menos que el promedio histórico. Por otro, la cosecha se duplicaría con creces en el próximo ciclo. Se espera un notable crecimiento de la industrialización y las exportaciones del complejo soja.
Sin dejar de mencionar el hecho de que el 2023 fue un año terrible para la producción agropecuaria en general y para el complejo sojero en particular, y las mediciones comparativas con este período siempre van a ser sobredimensionadas, la realidad que es que el sector tiene por delante una gran ventana de crecimiento durante esta campaña.
Las consideraciones son preliminares, lógicamente, por el hecho de que la siembra de soja aún está en proceso. Al margen de eso, las estimaciones rondan una productividad de 50 millones de toneladas para la soja durante el 2024, augurando un crecimiento del 150 % en el principal cultivo argentino.
Mientras a esta altura del año pasado la siembra de soja apenas alcanzaba la mitad de la superficie objetivo, actualmente supera el 70 %. Todavía falta, pero la humedad de los suelos argentinos ha mejorado luego de la atroz sequía sufrida el año pasado, lo que permite proyectar esta recuperación de la cosecha nacional de soja. Mientras persistan las lluvias, fortalecidas por la presencia del fenómeno El Niño, se puede mantener este venturoso panorama para la cosecha gruesa nacional.
Con estas perspectivas, la industria aceitera se permite pensar en un mejor año. El procesamiento de oleaginosas en Argentina podría crecer un 29 %, con la molienda de soja subiendo un 31 %, aunque resta ver el impacto del potencial incremento de la alícuota de derechos de exportación para el aceite y la harina de soja al 33 % (desde el 31 %) actual, que lo igualaría al impuesto que paga el poroto sin procesar. Cabe destacar, además, que el 90 % de la industrialización de oleaginosas en nuestro país consiste en soja.
En este sentido, se espera una molienda de poroto superior a las 35 millones de toneladas (Mt), cerca de 8,5 Mt más que 2023. El alza productiva será esencial para apuntalar las exportaciones netas del agro argentino. Asimismo, y de manera preliminar, se esperan 5,8 Mt de importaciones en 2024, un número alineado a los promedios históricos y sustancialmente por debajo del récord de casi 11 Mt importadas que se esperan al cierre del 2023.
Puede sonar extraño que Argentina necesite importar soja, pero sucede que el país posee una capacidad de industrialización que supera toda la producción nacional de oleaginosas. Esto genera la necesidad de importar temporalmente soja, que se industrializa y vuelve a ser exportada como harina o aceite de soja.
En este marco, y frente a los debates por la molienda y el agregado de valor, merece la pena destacar que en el promedio 2018-2022 cerca del 85% de la producción de soja en Argentina se exportó con algún grado de industrialización. Harina, aceite y biodiesel emergen como los principales productos del Complejo Soja argentino.
También es preciso mencionar que, tanto para el mercado interno como el externo, se espera que este año sea récord en el procesamiento de girasol. Así, la capacidad ociosa de la industria aceitera pasaría del 55 % en el 2023 al 41 % durante el 2024. Si bien aún es un número elevado, las cadenas de la soja y el girasol cortan un ciclo de tres años seguidos de caída del crush.
Con una mejor cosecha, se espera una presencia más notable de Argentina a los mercados mundiales de aceites. Estos han sufrido la falta del aceite de soja argentino, que se espera encontrarse con una robusta demanda en el próximo ciclo productivo. El mercado global de harina de soja también augura crecer en consumo y comercio exterior en la próxima campaña, lo que abre nuevos negocios para las exportaciones argentinas.
Así, la próxima cosecha Argentina rondaría las 27 Mt de harina de soja. Esto es 52 % más respecto del último año que pasó. Además, recuperaría el primer lugar en la lista de exportadores globales de soja y sus derivados, puesto que perdió a manos de Brasil. Además de los dos países sudamericanos, Estados Unidos es el otro jugador relevante del sector, repartiéndose entre los tres el 80 % del mercado.
			


