Por su geografía y matriz productiva, Argentina es un país afectado por el cambio climático. Inundaciones, sequías prolongadas, incendios, epidemias de dengue y zika, retroceso de los glaciares, entre otras, son algunas de las consecuencias que este fenómeno global evidencia localmente, y debemos trabajar en medidas de mitigación y adaptación para hacerles frente.
El ser humano como especie forma parte de ecosistemas donde las condiciones naturales se ven afectadas por el cambio climático y esto trae consigo consecuencias socioproductivas negativas, específicamente en los empleos que más dependen de los recursos naturales, como la agricultura y el turismo. Así, los trabajadores más vulnerables a perder sus empleos son: los informales, los estacionales, los jóvenes y los que se desempeñan en pequeñas y medianas empresas.
Dada la centralidad que tienen los activos naturales en la estructura productiva de Argentina, la transición hacia una economía verde representa un paso necesario para reducir la vulnerabilidad del país y consolidar una matriz productiva baja en carbono que le permita posicionamiento, accesos a nuevos mercados y un crecimiento económico a través de buenas prácticas, en un contexto mundial donde el mercado a través de sus usuarios, clientes y consumidores exige, cada vez más, productos y servicios sostenibles.
Para la Organización Internacional del Trabajo (OIT), los empleos verdes representan una medida mixta (de adaptación + mitigación frente al cambio climático) y una oportunidad única para generar trabajo decente que procure preservar el ambiente, tanto en los sectores tradicionales como en los emergentes, bajo los siguientes conceptos: inclusión, equidad, igualdad de género y transición justa.
Habilidades verdes: ¿qué son y para qué sirven?
En este contexto, se destaca la necesidad e importancia de trabajar en el sistema educativo nacional, específicamente, a través de la incorporación de “Habilidades Verdes” en los planes curriculares que presenta la educación formal, en busca de perfiles técnicos/profesionales que ingresen al mercado laboral, propongan y desarrollen mejoras de triple impacto; es decir, con impacto ambiental, social y económico positivo. Por ejemplo: valorización de subproductos para generar nuevas unidades de negocio y reducir la generación de residuos, efluentes y emisiones que afectan a los ecosistemas; consumo responsable y eficiencia productiva para reducir gastos de energía, agua e insumos; generación de energías limpias, entre otras.

Fuese cual fuese la especificidad, las Habilidades Verdes se definen como la capacidad que tiene un profesional técnico de interrelacionar aspectos económicos, ambientales y sociales, determinando características favorables y no favorables de cada acción, resolviendo con ética y responsabilidad profesional la búsqueda de un balance entre estos tres aspectos.
Por lo anterior mencionado, la inclusión de técnicos/profesionales con habilidades verdes, sin distinguir: especialidades (profesiones), ámbito (público/privado/ONGs) y escalas (emprendedores, PyMEs, Empresas / Gobiernos) representa una estrategia clave en pos de lograr un cambio de paradigma productivo que nos dirija hacia un modelo de desarrollo sostenible que tenga como centro de la escena a los empleos verdes, reales agentes de cambio.



