El uso de drones en la agricultura es una herramienta que permite tomar decisiones inteligentes a nivel de lote, ya que son muy útiles a la hora de identificar dónde están las malezas y realizar aplicaciones, lo que optimiza tanto los beneficios económicos como ambientales. En La Pampa, esta tecnología está transformando la eficiencia y precisión de las tareas en el campo.
Cuando los técnicos agropecuarios Bruno Nocelli y Andrés Gotaszewski comenzaron a experimentar con drones en 2013, en colaboración con expertos del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), esta tecnología aún estaba lejos de ser lo que conocemos ahora. En ese entonces, identificar malezas en los cultivos era un proceso largo y complicado. Ellos utilizaban un dron prestado por un conocido de Buenos Aires que sobrevolaba los lotes y capturaba imágenes que tardaban en llegarles, y que luego tenían que procesar en un software especializado. Las limitaciones técnicas y logísticas hicieron que desistieran de esta idea
Al poco tiempo, en 2015, técnicos del INTA empezaron a trabajar en el desarrollo de un dispositivo volador para la aplicación de herbicidas. La posibilidad de atacar las enfermedades de las plantas de manera selectiva y precisa se reflejó en un menor uso de agroquímicos y agua. Así se comprobó un mejor cuidado del ambiente y menores costos para el productor. Sin embargo, todavía no era un dron fumigador, sino un pulverizador montado sobre un helicóptero de aeromodelismo. Pero en pocos años esta industria evolucionó hasta llegar a diferentes tipos de drones para fumigación o aplicación tanto de productos químicos, como nutrientes, agua, fertilizantes o semillas.
Alena La Pampa y el uso de drones agropecuarios en La Pampa
Nocelli y Gotaszewski, tras décadas de experiencia en servicios de aplicaciones, fundaron su propia empresa, Alena La Pampa, hace cinco años. Es justo decir que fueron los primeros en la provincia de La Pampa en utilizar drones para aplicaciones y siembras aéreas. Fue en una visita a la Expo Agro de San Nicolás este mismo año donde pudieron comprobar que la innovación que tanto habían intentado implementar en el pasado es ahora una realidad. No lo dudaron y enseguida decidieron invertir para adquirir los soñados aparatos.
En esta oportunidad, La Agrícola conversó con Nocelli sobre esta iniciativa pionera en la provincia en ofrecer servicios de teledetección y aplicaciones con drones.
¿Cuándo empezaron con el uso de drones?
En marzo de este año recibimos el dron en Santa Rosa. Contactamos a nuestros clientes y productores para informarles sobre esta nueva herramienta. En La Pampa, se siembra mucho maíz tardío en diciembre, que se cosecha en agosto. La cobertura de cultivos como el centeno es esencial para mantener el campo en buenas condiciones y nuestro dron facilita esta tarea al realizar aplicaciones aéreas precisas.
¿Cuál es el uso de drones en la agricultura?
Nosotros compramos dos drones. Uno es un Mavic 3, que es pequeño y tiene una cámara multiespectral. Esta cámara lee el color y la clorofila de las plantas. Cuando volamos sobre un lote con este dron, por ejemplo, para identificar manchas de malezas como gramón o malezas resistentes, primero hablamos con el productor, volamos el lote y recopilamos la información necesaria. Luego procesamos esta información en un software que nos devuelve un mapa georreferenciado indicando dónde están las malezas. Así, si el lote es de 100 hectáreas, podemos saber que hay un 10 % o 15 % del área afectada por malezas. Una vez que tenemos esta información, cargamos los datos en nuestro segundo dron, el Agra T40, que es más grande y puede llevar entre 30 y 40 litros de producto. Programamos el plan de vuelo y este dron aplica el producto solo en las áreas afectadas, realizando una aplicación localizada y eficiente.
¿Qué tan caros son estos aparatos?
Aunque no son baratos, son más accesibles comparados con otros equipos agrícolas. Un dron cuesta alrededor de 40 millones de pesos, mientras que una fumigadora puede costar hasta 200.000 dólares. Los drones no reemplazan a las fumigadoras, pero son muy eficientes para aplicaciones y siembras aéreas en áreas específicas.
¿Cuáles son las ventajas y desventajas del uso de drones en la agricultura?
La principal ventaja es la precisión y eficiencia en las aplicaciones y siembras. Podes programar el vuelo del dron para evitar zonas no deseadas, lo cual sería difícil con otros métodos. Por ejemplo, si querés sembrar llorón en un monte y tenés zonas de toscas o anegadas, donde no querés sembrar porque está muy cerrado, le dibujás el perímetro a sembrar, ves el obstáculo y entonces el dron te dibuja perfecto lo que querés sembrar. Y te siembra tal cual. Si ese trabajo lo hiciera el avión, pasaría de largo y sembraría todo.
Por otra parte, no sabría decirte una desventaja. Tal vez, que aún no hay una ley específica que regule el uso de drones en la agricultura. Nosotros la aplicamos como si fuese un avión, así que las restricciones de aplicación las tenemos claras y no lo hacemos sobre el ejido urbano. No hacemos nada que no esté dentro de Ley.
¿Cómo ha sido la respuesta de los productores agrícolas?
Están contentos, sorprendidos de cómo trabaja el aparato. Nosotros empezamos sin ninguna publicidad. Pensábamos hacer 1.500 hectáreas en el año, era un número para arrancar, pero pasamos las 1.500-1.600 y seguimos teniendo trabajos por delante. Para mí es una tecnología que ya está porque todos dicen que esto es lo que se viene. Es una realidad. Tenerla en un campo grande es una herramienta muy interesante.
¿Son los drones el futuro de la agricultura?
Los drones de aplicación llegaron para quedarse porque representan una alternativa más precisa, eficiente y económica que otras formas de pulverización tradicional como los aviones, que ocasionan grandes problemas socioambientales, en cuanto a deriva y rociado excesivo. La irrupción de esta tecnología, aseguran, trae aparejada reducción de costos de mano de obra, reducción a la exposición a químicos, mejor acceso al campo durante la temporada de crecimiento y hasta mejores rendimientos.
En resumen, los drones pueden ser beneficiosos tanto para productores como para el ambiente. No obstante, es crucial atenerse a los marcos regulatorios —como las leyes de agroquímicos vigentes— para asegurar un uso responsable y seguro de estas herramientas.