El temor a una recesión en Estados Unidos y una suba en las tasas de Japón dispararon el pánico en los mercados mundiales y Argentina siente el efecto dominó.
El temor elevado a una recesión en Estados Unidos y la suba de tasas en Japón provocaron una caída en las bolsas a nivel mundial. Los mercados reaccionaron con fuertes bajas a los datos de la economía estadounidense. Japón había subido la tasa la semana pasada y eso hizo colapsar a la Bolsa de Tokio y los índices financieros asiáticos. Ese cóctel repercute de manera negativa en todos los mercados globales. El mundo financiero vivió un lunes negro y esto impacta de manera negativa en la Argentina, que es uno de los países del grupo de los conocidos como emergentes.
En tanto, la atención se mantiene sobre la Reserva Federal (Fed). Los analistas esperan que tome una decisión sobre la tasa de política monetaria en breve o haga algún anuncio que levante la dinámica de los mercados. Preocupa el futuro financiero del mundo, que ya teme por la llegada de una recesión extendida en todo el planeta. Y eso genera especial tensión en los activos argentinos.
Esto se debe, según aseguran los especialistas, a que los mercados suelen estar correlacionados a nivel mundial y reaccionan en cadena, sobre todo, cuando es el mercado norteamericano el que tiene fuertes bajas. En ese sentido, consideraron que hay que estar atentos a la dinámica local, que comenzó muy mal en los bonos, con una disparada del riesgo país hasta por encima de los 1.700 puntos, aunque luego recortó ese salto y se ubicó más cerca de las 1.600 unidades.
Cuando se sacude la economía global, los que más sufren son los mercados emergentes, propicios a una mayor volatilidad y con menos herramientas para soportar el cimbronazo. Salvando las distancias, los analistas equiparan la situación de este tipo de países con las del mercado de criptomonedas, también de carácter muy volátil, y que sufrió una caída estrepitosa tras el derrumbe del índice Nikkei del pasado lunes.
¿Qué pasó con la Bolsa de Tokyo?
Lo cierto es que el informe sobre el empleo en Estados Unidos publicado el viernes 1° de agosto hizo caer las acciones y los rendimientos de los bonos en Wall Street dado que la tasa de desempleo subió en julio más de lo previsto, hasta el 4,3 % y eso hizo temblar la economía al tratarse del nivel más alto registrado en el país desde octubre de 2021. Eso disparó los alertas del índice Sahm, que es una especie de prestidigitador infalible de recesión en el país norteamericano desde la década de 1970.
A raíz de eso, sumado a la situación compleja que viene atravesando la economía japonesa, estancada tanto en materia productiva como demográfica, la bolsa de Tokio marcó una fuerte caída, arrastrando al resto de las bolsas asiáticas. El quiebre definitivo que desencadenó el lunes negro vivido en tierras niponas fue la suba de tasas de interés anunciada por el Banco de Japón. Este cambio provocó el pánico en los inversores que salieron del carry trade del yen japonés, un fenómeno financiero que supo generar ganancias fáciles para inversores de todo el planeta y, que ahora, vive una intensa reversión.
Para agravar un poco más el panorama, además, el boom tecnológico que impulsó al Nasdaq Composite en Nueva York está muy asociado a acciones de empresas asiáticas, con lo cual, el contagio fue aún más intenso dado que el mecanismo era el siguiente: pedir yenes a baja tasa de interés e invertir en acciones de tecnológicas que daban más dividendos.
Cuando los inversores ya no pueden beneficiarse del diferencial de tasas de interés, se ven obligados a cerrar sus operaciones de carry. Esto implica vender los activos adquiridos con los fondos prestados, lo que en el caso del yen ha llevado a una liquidación masiva de activos. La venta de estos activos no solo afecta a los mercados locales, sino que también tiene un efecto de segundo orden en los mercados globales.
¿Como afectará a Argentina?
Según observan los analistas especializados, los recientes acontecimientos en materia financiera son un combo peligroso para el país ya que impactan sobre dos factores claves de la economía nacional: el dólar y la deuda.
Por un lado, este tipo de situaciones, la reacción de inversores y gestores de fondos es reducir su exposición en activos de economías menos desarrolladas y más proclives a las turbulencias. La salida de capitales se refleja en el movimiento de las monedas de países emergentes (Brasil, Colombia, México, Chile y Sudáfrica, entre otros), que se deprecian frente al dólar. Y la escena se completa con el retroceso en el precio internacional de algunas commodities, en una tendencia que se replica hace ya varias semanas. En el caso de la soja, principal fuente de divisas de la Argentina, la tonelada cayó por debajo de los 400 dólares en Chicago, y en términos relativos se ubica en mínimos desde 2006.
Pero a pesar de esto, y si bien Argentina se encuentra en una situación económica frágil, hay algunos aspectos positivos para resaltar. A pesar de la volatilidad global, el mercado argentino mostró un comportamiento relativamente estable. Esto se debe, en parte, a que no hay muchos inversores extranjeros operando en el país y a que los fundamentos de las compañías argentinas son sólidos, con inversiones significativas en sectores clave como el energético. También el hecho de poseer cepo y un número elevado de restricciones para la compra de dólares, permitió blindar la salida masiva de capitales del país. Esta situación fue destacada incluso por funcionarios del Gobierno, que tiene como una de sus mayores metas poder liberar la compra de la divisa norteamericana.
Las próximas decisiones de política monetaria de la Fed y el resultado de las elecciones que se celebran este año allí, que podrían influir en la economía global y, por ende, en la Argentina, serán claves para definir el rumbo de la economía global en el corto y mediano plazo.