Nacieron con una receta familiar, crecieron durante la pandemia y hoy producen más de 1.800 unidades por día. Alfajores Arroyito se impone con una propuesta artesanal, rellenos audaces y nombres que estallan: Bomba, Dinamita y Molotov.
Pese a la caída del consumo general, el alfajor —la golosina más elegida del país— sigue firme en el gusto popular y se adapta a los nuevos tiempos. Con más de 1.200 millones de unidades producidas al año y un consumo per cápita que supera los 26 alfajores anuales, el sector mantiene su vigencia gracias a la nuevos formatos, marcas emergentes y apuestas premium.
En ese escenario, Alfajores Arroyito es una de las marcas que más rápido creció en los últimos años. Su historia comenzó en 2017, cuando Noelia Cutillo, su fundadora, decidió vender alfajores con la receta de su familia —famosa por no escatimar en dulce de leche— para generar un ingreso extra. Lo que empezó como un emprendimiento individual en la cocina de su casa, se transformó en una fábrica que hoy produce 1.800 alfajores diarios y emplea a doce personas.
Durante la pandemia, Noelia conoció a Nicolás Cosentino por Instagram. Iba a contratarlo, pero él propuso ir más allá: convertirse en su socio. Desde entonces, impulsaron una propuesta con identidad propia: alfajores visualmente impactantes, con rellenos intensos y un enfoque que combina tradición y visión comercial.
Arroyito, una marca de alfajores que combina lo artesanal con el factor sorpresa
Todos los alfajores de Arroyito parten de una misma base: tapas de chocogalleta artesanal y un generoso baño de chocolate semiamargo, excepto las versiones con cobertura de chocolate blanco, como el clásico blanco y el de pistacho. Esta elección —que prioriza la intensidad por sobre lo dulce— es parte de su sello, junto con los rellenos abundantes y las combinaciones poco convencionales.
El alfajor de pistacho es una excepción dentro de la línea: no lleva chocogalleta como base y su cobertura es de chocolate blanco, en línea con su perfil de sabor más suave y tendencia gourmet.
Se venden por unidad o en combos con nombres propios. Cada variedad tiene su personalidad:
- Clásicos: negro (baño semiamargo) y blanco (baño blanco), ambos con dulce de leche.
- Avellana: con crema de avellanas, para realzar el perfil chocolatoso.
- Frambuesa: con corazón frutal y cobertura amarga; destaca por su equilibrio entre dulzor y acidez.
- Pistacho: con base alternativa y cobertura blanca, una de las novedades más recientes, alineada con las tendencias de sabor actuales.
Y los más virales: los «Explosivos», una línea que juega con la intensidad desde el nombre y que esconde una golosina entera en el centro de cada alfajor:
- Bomba: con un Ferrero Rocher en el corazón del alfajor.
- Dinamita: con una barrita Kinder entera en el centro.
- Molotov: con un Bon o Bon completo integrado en el relleno.
Además, la marca lanzó recientemente una edición especial de alfajores helados, disponibles con envío en CABA, lo que refuerza su identidad innovadora y su apuesta por expandir los límites del formato.
Los productos se comercializan a través de su tienda online y en cafeterías seleccionadas de Buenos Aires. Arroyito se define con una estética artesanal, comunicación cercana y una premisa clara: el alfajor como experiencia, no solo como golosina.
«Emprender en Argentina es como estar en una montaña rusa. A veces gritás de felicidad, otras de miedo, pero siempre te sentís vivo«, resume Noelia.
La historia de Arroyito refleja la de muchas marcas nuevas que entienden el mundo del alfajor como un espacio de riesgo, creatividad y sabor.