Lleva recaudado más de un millón de dólares de inversores privados. Se trata de GBM, una compañía tecnológica que impulsa la restauración de bosques nativos y selva degradada utilizando drones, internet de las cosas y Blockchain.
En plena pandemia durante el 2020, Juan Nuñez, junto a otros siete inversores y emprendedores con experiencia en tecnología y finanzas, decidieron crear una startup que utilice sus conocimientos en esas áreas en favor del ambiente.
Así, contactándose en forma remota, algunos desde Uruguay y otros desde Argentina, crearon GBM, una startup cuyo objetivo es la restauración ecológica y la conservación de la biodiversidad. La forma de lograrlo es a través de la generación de créditos de carbono destinados a empresas que desean compensar sus emisiones de gases de invernadero. Y ya recaudó un millón de dólares de inversores privados.
La firma comenzó su proyecto en un predio de 24.643 hectáreas en la provincia de Misiones, donde se inició el proyecto “Selva Paranaense Vida Nativa”, que consiste en la restauración de la selva degradada a partir de la explotación “por rodales” (cuando se extraen sectores de árboles nativos, generando un impacto por la pérdida de otras especies y la posible ocupación del área deforestada por especies exóticas).
La idea es plantar nuevamente árboles nativos para recomponer la selva natural y, al medir la captura de dióxido de carbono (CO2, el principal gas de efecto invernadero) que realizan los árboles al crecer, se generan créditos de carbono.
“Nuestra meta es restaurar 45 millones de hectáreas para el 2030. Actualmente, estamos analizando 2 millones de hectáreas para el desarrollo de nuevos proyectos”, señala Juan Nuñez sobre el ambicioso proyecto que involucraría una superficie mayor a la de la provincia de Buenos Aires.
La restauración se realiza mediante prácticas de IFM (manejo forestal mejorado, por sus siglas en inglés), en las que se involucra y capacita a las comunidades locales y permite la extracción de madera en forma controlada.
“La emisión de créditos de carbono permite que ingresen fondos que reinvertimos en un 100 % para restaurar tierras. Recién dentro de quince años tendremos retiro de dividendos”, apunta el cofundador de GBM.
Inversiones de triple impacto
La compañía, que forma parte del mismo grupo que la firma Niedeport, propiedad de la corporación Heimdall con sede en Estonia (país conocido por las facilidades que ofrece para la instalación de empresas digitales y su ventajoso sistema tributario), recibió una inversión inicial de un millón de dólares por parte de fondos internacionales como Draper Cygnus, Alma Vest y Embarca entre otros.
Actualmente la firma emplea a unas treinta personas, entre ingenieros forestales, especialistas en sistemas, biólogos, guardaparques y sociólogos. “Contamos con nomenclador propio para medir nuestro impacto en las áreas CCB (Comunidad, Clima y Biodiversidad). Y trabajamos en conjunto con ONGs como Aves Argentinas en la reintroducción de especies en riesgo de extinción como el yaguareté y el chajá moñudo”, detalla Núñez.
Desde su fundación y hasta el momento no cuenta con ingresos por actividad comercial, pero proyecta tenerlos con la venta de los primeros créditos de carbono certificados a fines de este año. GMB tiene como meta restaurar 45 millones de hectáreas para el 2030.
Para esto GBM desarrolló un sistema de mapeo digital y está implementando IoT (Internet de las Cosas) en la selva con cámaras y sensores de clima, humo y lluvias para prevenir la caza furtiva y los incendios; medir el progreso de la restauración del ecosistema y la captura de huella de carbono. También desarrollaron una tecnología de trazabilidad donde integran tecnologías satelitales, sistemas de mapas, drones y blockchain.
“Tenemos un MVP (producto mínimo viable) y rondas (de inversión) con VC (Venture Capital) importantes del mercado. Queremos validar la tecnología para salir a ofrecer créditos de carbono a gran escala y así financiar la transición económica que la actual crisis climática requiere”, destaca el emprendedor.



