En un escenario marcado por la incertidumbre permanente, las micro, pequeñas y medianas empresas siguen siendo el corazón de la economía real. El rol que cumplen, los desafíos que enfrentan y las capacidades que necesitan para sobrevivir… y avanzar.
Cada 27 de junio se celebra en todo el mundo el Día Internacional de las Micro, Pequeñas y Medianas Empresas (MiPyMEs), una fecha instaurada por la ONU en 2017 para poner en valor el rol esencial que cumplen estas organizaciones: generar empleo, impulsar la innovación y sostener economías locales con una mirada de largo plazo.
Según Naciones Unidas, más del 90 % de las empresas a nivel global son MiPyMEs. Entre todas generan entre el 60 y el 70 % del empleo, lo que las convierte en la base misma del entramado productivo. En un mundo cada vez más inestable, su importancia no hace más que crecer.
Aguas turbulentas permanentes
Un informe reciente del International Council for Small Business (ICSB) resume el momento actual con una metáfora potente: vivimos en aguas turbulentas permanentes. Ya no se trata de atravesar una crisis puntual, sino de adaptarse a una sucesión de desafíos que no dan respiro: digitalización acelerada, conflictos geopolíticos, inflación, pandemias, normas cambiantes y cadenas de suministro frágiles.
En ese contexto, las grandes empresas pueden resistir con más margen. Las MiPyMEs, en cambio, deben moverse con rapidez. Y si bien eso las expone más, también es una ventaja: su cercanía con la comunidad, la flexibilidad, el compromiso personal y la capacidad de reinventarse son fortalezas que marcan la diferencia.
Argentina: crecer en terreno inestable
En Argentina hay más de 1,5 millones de MiPyMEs registradas. Generan alrededor del 70 % del empleo formal y aportan cerca del 45 % del PBI, lo que las convierte en el verdadero motor productivo del país. Sin embargo, cada vez cuesta más sostener ese impulso. Acceder al crédito sigue siendo complejo, la presión impositiva es alta, los trámites burocráticos no se simplifican y la digitalización avanza de forma desigual.
Según datos de la Superintendencia de Riesgos del Trabajo (SRT), en marzo de 2025 había 498.495 empresas empleadoras activas, unas 10.300 menos que un año antes. Si bien todavía hay un 4 % más de firmas que al cierre de la pandemia, el último año mostró una caída del 2 %. El dato refleja una paradoja: hay más emprendimientos que sobrevivieron al 2021, pero menos que hace apenas doce meses.
Los sectores más golpeados fueron el comercio minorista y mayorista, la industria manufacturera y la construcción, que en conjunto perdieron más de 3.200 firmas en solo un año. La caída también impactó en el empleo: en marzo de 2025 se registraron 74.811 puestos de trabajo menos que en el mismo mes del año anterior, una baja del 0,7 %.
A esto se suma un fenómeno que crece: con menos trabas para importar y un dólar más accesible, muchas pymes optan por traer productos del exterior en lugar de producirlos localmente. Solo en mayo, las importaciones de bienes de consumo aumentaron 75,1 % interanual, y las de bienes de capital, un 62,2 %.
El Monitor de Desempeño Industrial de la Unión Industrial Argentina (UIA) también mostró señales de alarma: el 41,3 % de las pymes industriales reportó una caída en las ventas, mientras que solo el 24,9 % registró subas. Respecto al empleo, el 20,1 % redujo su plantilla y el 14,8 % la incrementó. En el frente externo, el 31,1 % de las empresas redujo exportaciones, y el 11,4 % directamente dejó de exportar.
Capacidades para un nuevo escenario
Para mantenerse a flote en este mar agitado, las MiPyMEs necesitan algo más que voluntad. El International Council for Small Business (ICSB) identifica cinco capacidades clave para navegar la incertidumbre:
- Mirada estratégica, incluso cuando el panorama es confuso.
- Liderazgos más humanos, que sepan escuchar y sostener equipos.
- Uso inteligente de lo digital, no solo como herramienta sino como parte del modelo de negocio.
- Construcción de redes, alianzas y vínculos de colaboración.
- Proyección a futuro, pensando más allá del corto plazo.
Atrás quedó la idea del emprendedor que puede con todo. Hoy, la sostenibilidad de un proyecto depende en gran parte del ecosistema que lo rodea: financiamiento disponible, reglas claras, formación accesible y entornos que premien la innovación con impacto.
Mucho más que números
Detrás de cada MiPyME hay algo más que balances y estadísticas. Hay historias reales: empresas familiares que pasaron de padres a hijos, proyectos que surgieron en un garaje y hoy dan empleo en su barrio, iniciativas que nacieron con una misión social o ambiental como parte de su ADN. Todas comparten una misma lógica: el esfuerzo constante por sostenerse, crecer y aportar a su entorno.
Mientras la inflación, la incertidumbre o las promesas incumplidas ocupan titulares, las MiPyMEs siguen haciendo lo esencial: abrir la persiana cada día, pagar sueldos, reinventarse frente a los cambios. Son, en muchos casos, el punto de apoyo de miles de comunidades.
Celebrar su día no debería ser solo un acto simbólico. Es una invitación a preguntarnos qué estamos haciendo —desde el Estado, las cámaras empresarias, el sistema educativo y también los consumidores— para que estas empresas puedan crecer sin sentir que caminan siempre al borde del abismo.
Como resume el ICSB: no alcanza con sobrevivir. Hay que aprender a navegar.