La elección del nuevo Papa en la Santa Sede no solo es un evento cargado de tradición, sino también un operativo millonario. La votación papal reúne a 133 cardenales para las votaciones secretas en la Capilla Sixtina, donde la fumata negra anuncia desacuerdo y el humo blanco confirma al nuevo líder de la Iglesia. Desde la elección de Francisco en 2013 hasta hoy, cada proceso combina tradición, tecnología y un alto costo oculto.
La votación papal es el evento más importante de la Iglesia Católica para elegir a su líder: el Papa. Desde 1059, este proceso reúne a hasta 133 cardenales menores de 80 años en la Capilla Sixtina, incomunicados hasta alcanzar un acuerdo. Allí, el humo negro indica desacuerdo; el humo blanco, que hay nuevo Papa. Es un espectáculo global que fascina al mundo, pero detrás hay un aspecto que pocos conocen: el de las cifras millonarias.
Los números que pocos conocen: el costo del cónclave
En la elección de Francisco (2013), solo transporte y seguridad costaron unos 4,5 millones, según datos oficiales de la Santa Sede. A eso se sumaron otros 5 millones destinados a la protección civil en Roma, solicitados por el gobierno italiano. Ese mismo año, la Santa Sede registró un déficit récord de 24 millones, agravado por estos gastos extraordinarios.
En 2005, durante la elección de Benedicto XVI, los funerales de Juan Pablo II y la organización del cónclave demandaron cerca de 7 millones. Durante el proceso actual, se estima que el costo total superará los 15 millones, impulsado por la inflación y el aumento de las medidas de seguridad digital.
¿Dónde se gasta tanto dinero?
El corazón del operativo está en la Casa Santa Marta, convertida en un verdadero búnker: blindaje, inhibidores de señales y vigilancia permanente para garantizar el secreto del proceso. Las delegaciones internacionales alojadas en Roma pagan entre 200 y 2.000 por noche durante el evento.
A esto se suman gastos inesperados que elevan la factura final: la instalación de la famosa chimenea del humo blanco, urnas especiales para las papeletas, servicios de catering y sistemas de comunicación interna, que representan alrededor de 1 millón adicionales.

La Santa Sede frente a la austeridad
Aunque la Iglesia predica modestia, estos gastos son inevitables. En 2022, la Santa Sede registró ingresos por 769 millones (provenientes de museos, donaciones y actividades comerciales), pero cerró el año con un déficit de 30 millones. Como estrategia, suele recurrir a la venta de patrimonio, generando entre 20 y 25 millones anuales para cubrir estos costos.
“Es el precio de mantener una tradición que une a 1.300 millones de católicos”, explica un analista vaticano.
¿Quién paga?
La Santa Sede asume todos los gastos. No recibe ayuda externa, ni siquiera para el montaje del centro de prensa que recibe a más de 5.000 periodistas de todo el mundo. Sin embargo, algunos cardenales han empezado a pedir recortes, aunque para la mayoría la seguridad y la solemnidad siguen siendo prioritarias.



