Los datos se desprenden de un informe realizado por el FMI. A su vez, también es el único con recesión económica.
Según un informe realizado por el Fondo Monetario Internacional (FMI), en Argentina «la firme implementación del programa está ayudando a restaurar la estabilidad macroeconómica”. De la lectura del documento surge que se trata del único país de América del Sur con superávit en las cuentas del Gobierno este año, pero también es el único que registra una contracción de la actividad económica.
“En el primer semestre de 2024, las autoridades han logrado un superávit fiscal (el primero en 16 años), han reconstituido las reservas y han reducido la inflación más rápidamente de lo previsto”, constata el informe.
Los números del organismo multilateral muestran una caída de más de cinco puntos del PBI en el gasto primario del Gobierno que disminuye de 35,3 % el año pasado a 30,2 % en el presente. De esta forma, proyecta un superávit equivalente a 1,8 % en el acumulado del 2024.
La evaluación del Fondo es que “están apareciendo signos de estabilización económica, y la actividad económica se expandió a partir de abril, pero el ritmo de recuperación sigue siendo incierto y desigual entre los sectores”.
“Para mantener los avances será necesario que las políticas sigan evolucionando, en particular en los frentes monetario, cambiario y estructural”, plantean desde la institución financiera.
Diferencia con el resto de la región
A contramano de lo que sucede en el conjunto de los países de América del Sur, que registran en todos los casos crecimiento económico para el año en curso, el FMI prevé una contracción de alrededor de 3,5 % en el PBI argentino, pero se proyecta un crecimiento en torno de 5 % en 2025.
Estima que la inflación anual terminará el año por debajo de 140 % y que descenderá hasta cerca de 45 % para finales de 2025.
“Tras sortear con éxito una serie de shocks, la mayoría de los países de la región (de América Latina y el Caribe, excluidas Argentina y Venezuela) están convergiendo hacia su (débil) crecimiento potencial, aunque desde posiciones cíclicas diferentes”, señala el Fondo. La expansión económica se ha moderado de 4 % en 2022 a 2,6 % en 2023, a un ritmo similar a comienzos de 2024 y se espera que sea de 2,2 % el año próximo.
La inflación ha disminuido considerablemente en la mayoría de los países, aunque presenta cierta rigidez producto del dinamismo de los mercados laborales internos. Se proyecta que la inflación en América Latina y el Caribe (excluidas Argentina y Venezuela) se reduzca gradualmente de 4,7 % a finales de 2023 a 4,3 % y 3,3 % a finales de 2024 y 2025, respectivamente.
Un dato favorable para la Argentina es que las previsiones para Brasil, su principal socio comercial en la región, se han revisado al alza en vista de los efectos previstos de las reformas estructurales y la aceleración de la producción de hidrocarburos.
Los riesgos para Latinoamérica y el Caribe
Frente a una inflación que continuará al alza, impulsada por la persistencia del aumento de precios en el sector servicios, y la latente posibilidad de un retroceso en las medidas adoptadas por el descontento generado, el organismo considera que es necesario recalibrar la combinación de medidas compensatorias.
Al respecto, recomienda que la consolidación fiscal, con énfasis en incrementar ingresos, debe avanzar sin demora con la finalidad de reconstruir los márgenes de maniobra, protegiendo al mismo tiempo la inversión pública y el gasto social prioritarios.
Esto contribuiría a la normalización de la política monetaria y al afianzamiento de la credibilidad y la consolidación de los marcos de políticas. Se considera que la mayoría de los bancos centrales están en condiciones de proceder con la relajación monetaria, balanceando evitar el resurgimiento de presiones sobre los precios y una contracción económica excesiva.
Las perspectivas de crecimiento a mediano plazo para América Latina y el Caribe (excluidas Argentina y Venezuela) siguen siendo débiles, con una expansión proyectada del producto de alrededor de 2,5 % anual en los próximos cinco años, en consonancia con el magro promedio histórico de la región, y bajo en comparación con otras economías de mercados emergentes. Esta magra proyección se debe a “problemas persistentes no resueltos, como la escasa inversión y el bajo crecimiento de la productividad, a lo que se sumará el cambio en la dinámica demográfica”.